Hace unos años, junto con el prólogo a una nueva edición de las Comedias Completas de William Shakespeare, se publicaba una entrevista en la que se me preguntaba: “Porqué volvemos a Shakespeare una y otra vez? ¿Cuál es el secreto de su vigencia?”
Quisiera compartir la respuesta:
“En Inglaterra suelen decir que la vigencia de Shakespeare se debe a los grandes actores, que siempre han querido interpretar tal o cual de sus personajes. Diferentes generaciones de actores habrían conservado vivo el interés por sus textos en tiempos en que la lectura aún no se había popularizado. Son conjeturas, pero es posible que haya sido así. En cualquier caso ¿qué otro autor ofrece para actores o directores semejante variedad de temas, asuntos y personajes? Creo que ninguno. Se puede decir que en Shakespeare está todo. Toda la variedad de la experiencia humana está contenida en sus tragedias y comedias. Si un director quiere decir algo sobre el poder, ahí están las tragedias históricas, y los personajes de “Ricardo II”, “Ricardo III”, “Julio César”, “Antonio y Cleopatra”. Si quiere hablar sobre la ambición, ahí están “Macbeth” y los dos “Ricardos”. Y el amor, los celos, los conflictos entre padres e hijos, la juventud y la vejez, la mentira, el autoengaño, la ingratitud, la inexorabilidad del tiempo, el sexo, la muerte, el más allá, el disfrute, la glotonería, la magia, el esoterismo, la tortura, todo está en él. Y además, de una manera única. Shakespeare es el autor más objetivo que conozco. Cuando leemos a Tennessee Williams o a Anton Chejov, reconocemos las debilidades de estos autores por tal o cual personaje. Sabemos que en “Tres Hermanas” Chejov habla por boca de Andrei, y en “Tio Vania”, Astrov, el médico rural, el enamorado de la naturaleza y los bosques, dice cosas que Chejov ya ha expresado en otros textos. Y Blanche Du Bois en “Un tranvía llamado Deseo” refleja un sentimiento muy íntimo del autor hacia ese sur mítico de Estados Unidos, ese sur del refinamiento, la espiritualidad y un pasado ya perdido para siempre. En ambos autores el autoengaño y la ilusión juegan como sostén para unos seres humanos que se derrumban cuando la realidad irrumpe en sus vidas. Nada de esto hay en Shakespeare. Nunca toma partido a favor de tal o cual personaje. Presenta en cada obra una serie de seres humanos reunidos alrededor de algo, algo está en disputa, y a partir de ahí vemos como accionan, de qué forma son capaces de llevar adelante los actos más ruines o sublimes para conseguir lo que quieren. Y Shakespeare no se identifica con ninguno. Deja que el lector o el espectador juzguen.”