Esto es lo que digo frecuentemente en las clases de interpretación teatral en Madrid, y los actores se me quedan mirando. ¿“Cómo que no hay nada”?
A lo que me refiero es que, efectivamente, no existe nada fuera del actor a lo que apelar. Todo está dentro. Un actor tiene, básicamente, tres cosas a las que recurrir, su imaginación, sus recuerdos y su comprensión de la escena. Fuera de eso no hay nada.
EL INSTRUMENTO Y EL INSTRUMENTISTA
Pero eso es muchísimo, es un universo en sí mismo. Sólo cuando un actor está en los comienzos de su formación cree que puede apelar a objetos, a elementos y otras cosas fuera de él. Al cabo de un tiempo comprende algo muy básico y fundamental: a diferencia de un pianista, o de cualquier otro intérprete, en el caso del actor el instrumento no está fuera de uno: el instrumento es uno mismo.
Y esto es parte de la dificultad y el enigma. Hay un ejemplo interesante.
MARLON BRANDO
Tomemos “El Padrino” (primera parte). Marlon Brando se entera de que su hijo mayor (James Caan) ha sido asesinado a balazos en un control de la carretera. Hay un plano medio en el que vemos a Brando mirando el cadáver de su hijo cubierto por una sábana blanca. El extiende su mano y comienza a levantar esa sábana. Corte y vemos un primer plano de Brando mirando el cadáver der su hijo, no sólo muerto, sino con el cuerpo acribillado.
¿Qué pasa en ese caso? ¿Le colocan un muñeco? ¿Algún extra se coloca en el lugar de James Caan? Eso es ridículo e imposible
En ese primer plano Marlon Brando no hace mucho, pero lo poco que hace es estupendo y enormemente expresivo. Seguramente ni Coppola, el director, ni nadie saben a lo que ha apelado Brando. Pero a algo ha debido de recurrir. El actor sabe que ese primer plano lo verán millones de personas y que el director espera algo especial en ese momento.
Un actor de experiencia sabe que nunca hay nada fuera de su propio mundo personal y que él mismo es el instrumento y el instrumentista.
