Veo mucho teatro, en Madrid donde resido, y también en otros países de Europa y en Argentina cuando voy casi todos los años.
Y cada vez más lo que veo me parece aburrido. Prefiero leer en casa, ir a un concierto, ya que la música nunca defrauda, o encontrarme con amigos.
¿Y esto por qué? Me temo que el teatro, para desgracia de muchos como yo, ha perdido el rumbo. Ya no se hacen más textos interesantes porque esto de los textos es antiguo, ahora hay que poner mucho video, todas las imágenes que puedas, música atronadora, debe durar poco, y los actores,…bueno, basta con que estén pasables.
Hace no mucho he visto una versión teatral de “Orlando” basado en el texto de Virginia Wolf en el que en el escenario había tres camarógrafos, sus asistentes y los actores, todos apenas iluminados. Y arriba una enorme pantalla donde se proyectaba en video lo que interpretaban los actores. Ahora bien, si a la directora le interesa tanto esto ¿por qué no hace cine directamente?
Los autores también dirigen porque, claro, como los espectáculos que ven son de una mediocridad aplastante, pues bien, ellos ahora también dirigen. Total, piensan, para que dirija éste que ya veo lo que hace, dirijo yo. Resultado: en el mejor de los casos consiguen que los actores estén más o menos, pero en cuanto a lo que es verdaderamente una creación teatral, de eso, lamentablemente, no tienen la menor idea.
El teatro se ha vuelto adolescente.
Y se maneja con los valores que corresponden a Instagram o TikTok.
Cuando he visto algún espectáculo de verdadero teatro he salido trastornado. Eso no ocurre más.