En el caso del actor (así como en el de un cantante o un bailarín) las cosas son diferentes. No hay un instrumento fuera de uno que se pueda ejecutar. El instrumento y el instrumentista son una y la misma cosa.
Esto origina muchas veces bastante confusión y es el origen de muchos malentendidos. Para un actor no hay nada fuera de él que necesite desarrollar. Sólo su sentido de la observación. El resto está dentro de cada uno: la memoria, la sensibilidad, la imaginación. Por eso muchas veces se ha dicho que en este caso, el del actor, no se trata de sumar sino de quitar cosas: bloqueos, temores, preconceptos.
Esto implica una larga tarea, ya que esas cosas se han instalado en cada uno de nosotros a lo largo del tiempo, en muchos años de vida social. No las removeremos fácilmente, pero con perseverancia podremos lograrlo. La misma que necesita el pianista para, a través de años de práctica diaria, conseguir dominar la técnica de su instrumento y encontrar, finalmente, su propia expresividad..
En una entrevista periodística de hace varios años, Al Pacino decía, reflexionando sobre su experiencia, que solamente dos cosas le han servido para actuar: su sentido de la observación y sus recuerdos.
El actor debe limpiar, cuidar, y aprender a conservar en buen estado su instrumento. Nadie vendrá a afinarlo.